ELENA SANZ ¿ASALTACUNAS?
Suele decirse que una imagen vale más que mil palabras y con respecto a Elena Sanz y Alfonso XII nos hemos acostumbrado a ver componendas, de cuando él tiene veintisiete años (hacia 1884) y ella se encuentra en el mejor momento de su plenitud física (hacía 1875-76), para, así, justificar acontecimientos que, se presume, tuvieron lugar en 1872.
Comenzando la primavera de 1872 Elena tenía ajustado un contrato con el empresario teatral Mirelli para actuar el An der Wien vienés. En los últimos días de marzo, en la capital austriaca se juntaron varios cantantes procedentes de Francia, entre ellos Elena, con la compañía de la Patti, que regresaba de una gira por Rusia. Parece ser que la ocasión fue aprovechada por Isabel II que pidió a la cantante que, durante su estancia en Viena, pasase a saludar a su hijo.
Así pues, Elena Sanz y Alfonso XII tuvieron un encuentro el día 8 de abril de 1872, [1] encuentro que posteriormente ha dado pábulo a infinidad de peregrinas interpretaciones. La cita había sido concertada por los preceptores del joven rey, a las dos de la tarde, y muy posiblemente tuvo lugar en alguno de los salones del colegio Teresanium, del que él era alumno, habilitados para las visitas externas.
Con el tiempo fue tomando cuerpo la idea de que ese encuentro fue propiciado por su madre y mentores, con el propósito oculto de que el muchacho y la cantante intimaran y de que ella hiciera de aquel niño un hombre.
Se basa esta idea en la existencia de cierta costumbre decimonónica por la que un tío o, en su defecto, un buen amigo de la familia, solía ser el encargado de ayudar a un adolescente en la arriesgada aventura de su iniciación sexual; rito de paso a la madurez que, habitualmente, solía acontecer cuando el muchacho tenía quince o dieciséis años.
Comenzando abril de 1872 Alfonso hace cuatro meses que ha cumplido catorce años; está en ese conflictivo momento de la pubertad, en el que los días son meses y los meses años, y hubo que esperar hasta comienzos del verano (es decir, casi una eternidad), para que sus preceptores observaran por vez primera que era necesario tener su mente distraída y su cuerpo ocupado, y evitar así que divagara con determinados asuntos, que no le eran convenientes debido a su corta edad; tiene las 24 horas del día totalmente reguladas, entre descanso, estudios y actividades deportivas, con el sano propósito de mantenerle entretenido, y, por el momento, el determinado asunto lo controlaban perfectamente sus mayores, con un enérgico paseo por el monte o un asalto de esgrima. Así pues, cuesta creer que estrenándose aquel abril, su madre y tutores, consideraran que lo conveniente era ponerle por delante una espléndida moza.
Las dos fotografías anteriores les reflejan bastante bien en el momento de su encuentro. La de Alfonso pertenece a la misma primavera de 1872, sin embargo la de Elena, -en una versión limpiada con Fotoshop-, pudo salir del estudio de F. Mulnier, entre los meses de diciembre de 1876 y enero de 1877.
¿Asaltacunas?… Es difícil de creer.
[1] Espadas Burgos: «Alfonso XII y los orígenes de la Restauración« .